Creo que mucho me falta por vivir para llorar. Creo que pasarán miles de acontecimientos dolorosos para los cuales no vacilaré en dejar caer un par de lágrimas. Pero hasta ahora, lejos lo más doloroso y lo más llorado han sido estos últimos meses. La pena me hace su presa y no me libera tan fácilmente, primero me estruja, me revuelve entre sus aguas y me vuelve a hundir para que pruebe el sabor de la amargura, de una u otra forma, para hacerla inolvidable. Los recuerdos, las palabras, las acciones...todo conjuga un doloroso adiós. ¿Cómo hacerlo menos doloroso, decir adiós con tranquilidad para que sea feliz, aunque yo me muera de pena?...no puedo lograrlo. Mi corazón no encuentra conformidad, quiere esperanzas de algo que no funcionó.
Tengo que aprender a llorar.
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